[C]omo ya se aburría un poco:
-No tengo nada más que hacer aquí -dijo al rey-. ¡Voy a partir!
-No partas -respondió el rey, que estaba muy orgulloso de tener un súbdito-. ¡No partas, te hago ministro!
-¿Ministro de qué?
-De... ¡de justicia!
-¡Pero no hay a quién juzgar!
-No se sabe -le dijo el rey-. Todavía no he visitado mi reino. Soy muy viejo, no tengo lugar para una carroza y me fatiga caminar.
-¡Oh! Pero yo ya he visto -dijo el principito, que se asomó para echar otra mirada hacie el lado opuesto del planeta-. No hay nadie allí tampoco...
-Te juzgarás a ti mismo. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.
-Yo -dijo el principito- puedo juzgarme a mi mismo en cualquier parte. No tengo necesidad de vivir aquí.
-¡Hem! ¡Hem! -dijo el rey-. Creo que en algún lugar del planeta hay una vieja rata. La oigo por la noche. Podrás juzgar a la vieja rata. La condenarás a muerte de tiempo en tiempo. Así su vida dependerá de tu justicia. Pero la indultarás cada vez para conservarla. No hay más que una.
Antoine de Saint-Exupéry en El Principito (Emecé)